Tomando el formato de la colección de libros infantiles "Elige tu propia aventura", de reconocida trayectoria en los años '80 y de significativa importancia en los imaginarios de todas las integrantes del grupo armamos un "Elige tu propia desventura". Elegimos este tipo de libro ya que su estructura nos permite guiar a la lectora como en un juego en donde ella misma "elige" su recorrido. Las lectoras llegan, elijan lo que elijan, a caminos sin salida y a lugares absurdos atravesando temas como la ilegalidad y clandestinidad del aborto, la violencia, la discriminación, el mandato de belleza, el amor, el cuerpo, etc. Usando la ironía y el humor, pretendemos visibilizar y dejar al descubierto una serie de mecanismos de violencia que se entretejen creando una red de opresión, un sistema de castigo y sanción social. Pensamos que una de las formas de desarmar estos lugares comunes quizás sea perdiéndoles el miedo a lo que ocultan; descubriendo que no se trata de una excepción, de una rareza personal, sino que es algo que "casualmente" nos sucede a muchas. ¿Por qué tenemos que ser flacas, lindas, sensuales? ¿Por qué tenemos que quedarnos calladas e incluso sentirnos halagadas cuando en la calle cotizamos como objeto bello? ¿Por qué tendemos a competir con otras mujeres y a hacer las mismas apreciaciones sexistas sobre ellas que nos enfurecen y desmentimos cuando se trata de nosotras? De todo esto intentamos dar cuenta en este libro: de ese malestar que no tiene nombre pero que a veces sentimos; de las pequeñas (o grandes) violencias que enfrentamos a diario y que de tan frecuentes ya ni siquiera percibimos; de historias personales que, lejos de retratar situaciones individuales, dan cuenta de vivencias comunes que atravesamos las mujeres. Por supuesto, las opciones de una vida no se agotan en las páginas de este libro. Aquí, como en nuestra cotidianidad, hay alternativas tácitas, latentes, silenciosas; es decir, aparentemente inexistentes. De eso se trata también: de apelar a la imaginación, de inventar opciones más dignas o más afines al propio deseo. Se trata, a un tiempo, de ejercitar la toma de decisiones, de inventar nuevos finales. Es cierto que no basta con reírse para tomar conciencia, que no basta la conciencia para contribuir a un cambio, pero hay que empezar por algún lugar y el humor quizás no sea una mala opción. Si no es ideológicamente más efectivo que la solemnidad, al menos es más divertido y creemos que divertirse también es un hecho político. http://www.mujerespublicas.com.ar/ [email protected]